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La Santa María: el "milagro mexicano" contra el VIH

  • Anayeli Tapia
  • 28 feb 2018
  • 5 Min. de lectura

Un grupo de investigadores mexicanos ha descubierto que las propiedades del árbol de Santa María (Calophyllum brasiliense) podrían servir como un antiviral, lo que conduciría a la producción de un fármaco de origen natural que permitiría tratar el VIH-1, causante de la muerte de 4 mil 500 personas al año sólo en México.


Condenado por voluntad a una vida de ensayo y error, Ricardo Reyes Chilpa en su actividad como científico jamás imaginó que un día en su laboratorio, al mirar a través del lente microscópico, sería testigo del milagro de la Santa María: la purificación de aquella sangre temiblemente conocida como la seropositiva.


Justo cuando pensó que el suceso extraordinario para combatir la epidemia del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) llegaría a revolucionar la esperanza de vida, un suceso imprevisto puso freno a la posible cura: la compañía farmacéutica de Illinois, Sarawak MediChem Pharmaceuticals Inc., encargada de realizar las pruebas clínicas de los calanólidos, compuestos presentes en la Santa María (Calophyllum brasiliense), quebró (por razones desconocidas), y con ello también lo hizo la posible creación de un nuevo fármaco.


Reyes Chilpa, quien ha dedicado parte de su vida en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a la investigación de la herbolaria contra diversas enfermedades, precisa que el desarrollo de un fármaco puede tomar hasta 15 años con inversiones de 800 a dos mil millones de dólares, por lo que un investigador no está en capacidad de llevar a cabo este proceso, como sí lo están las compañías farmacéuticas.


En la década de 1980, investigadores del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos llegaron a Malasia para tratar de encontrar una cura para el cáncer en los árboles de los bosques de Sarawak: en una serendipia, llegaron al compuesto químico al que llamaron Calanólido A, extraído de un árbol de la familia Calophyllum lanigerum, que resultó ser un potente antirretroviral. Sin embargo, pronto la investigación se enfrentó a un problema: estas fuentes de vida eran muy limitadas.


Fue hasta 2004 que Ricardo Reyes Chilpa y su equipo de investigación redescubrieron la Calophyllum brasiliense en el paraíso ecoturístico de Los Tuxtlas, Veracruz, famoso a nivel mundial por resguardar selvas, montañas, cascadas, manglares y una infinidad de flora y fauna.Los primeros estudios mostraron que los compuestos no tenían efectividad contra el VIH, sino que eran anticancerígenos.


Asombrados por los resultados, volvieron a realizar las pruebas y se dieron cuenta de que las hojas del árbol de la Santa María tenían dos fenotipos: la segunda vez sí estaba presente el calanólido A.


Cuando el VIH entra al cuerpo, ataca directamente a las células defensoras T CD4, las invade y toma el control. Si no suena bien es porque no lo es: las células ya no protegen el cuerpo, sino que ahora se han convertido en una especie de fábrica creadora de nuevas partículas de VIH. En este proceso de transcripción, en donde también se dan la mayoría de las mutaciones, es que los calanólidos entran en acción, al impedir la replicación del virus.


El investigador de la UNAM subraya que el uso del Calophyllum, de 40 metros de altura y 80 centímetros de diámetro, es sustentable e innova el aprovechamiento de los árboles basado en las hojas y no en la madera: “Para que un árbol crezca te tienes que esperar 20 o 30 años, por eso es importante generar alternativas. Además, es una forma de evidenciar la importancia de la biodiversidad, hay moléculas que podrían ser realmente útiles y no se están considerando”, sentenció.


De acuerdo con Luis Adrián Quiroz Castillo, coordinador general del grupo Derechohabientes Viviendo con el VIH del IMSS (DVVIMSS) y miembro del grupo de elaboración de la guía de medicamentos de la OMS, sólo el Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas (Cieni) y la UNAM están realizando indagaciones en el mundo de la botánica.


No obstante, la poca investigación no se debe a una falta de interés por parte de la comunidad científica, sino por otros factores: la falta de apoyo del gobierno mexicano, quien ha hecho recortes presupuestales en áreas de Salud y Ciencia y Tecnología; y, por otro lado, la capacidad de mutación y reproducción que posee el virus.


Revolución farmacéutica


Pese a no existir una cura, la aparición del VIH revolucionó la investigación clínica e hizo que se acortaran los tiempos para garantizar que pudiera haber medicamentos en un menor plazo.


La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) señala que actualmente hay más de 20 fármacos aprobados para el tratamiento del virus, aunque aún es necesario un mayor arsenal terapéutico a bajos costos, y el campo de la farmacognosia (el estudio de las sustancias de origen vegetal) podría ayudar a reforzarlo.


El líder del DVVIMSS señala que el 90% de los medicamentos antirretrovirales son innovadores (de patente), lo que implica que sean 20% más caros que los genéricos.


En México el tratamiento para el VIH cuesta entre los siete mil y 30 mil pesos mensuales, pero en un caso hipotético, Chilpa señala que, de generarse una industria con el Calophyllum, la venta de la hoja del árbol podría ser de 50 centavos, lo que ayudaría a que fuera económicamente más accesible para aquellos que padecen el virus.


La creación de un fármaco natural también combatiría el desabasto de fármacos, otro de los principales problemas a los que se enfrentan los infectados, como es el caso de Marcos Moreno, estudiante de Economía en la UNAM: “Hay veces en las que las instituciones de salud se tardan en darte el medicamento porque no les llega, y una interrupción en el tratamiento puede hacer que el virus vuelva a aumentar”, denuncia.



Las cifras no han dejado de crecer desde la aparición del primer caso de VIH en México en 1983. De acuerdo con Patricia Uribe, directora del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el Sida (Censida), en el país cada día hay 33 nuevas personas portadoras del VIH; al año pierden la vida 4 mil 500 y, en otras 76 mil, la enfermedad aún es silenciosa.


Ricardo Reyes Chilpa, quien ahora se encuentra trabajando con plantas que tienen actividad antidepresiva y ansiolítica, apunta que, aunque la ciencia da la impresión de que es todopoderosa, no lo es: “El desarrollo de medicamentos puede hacerse con menor cantidad de tiempo y dinero; pero también con voluntad política para establecer programas de descubrimiento de fármacos, aunque se compita con las compañías. En el caso de las enfermedades que aún no han sido curadas vale la pena, si es que es un objetivo nacional”, concluyó.


Hasta hace 20 años ser seropositivo era una sentencia automática de muerte. Hoy el aprovechamiento de los recursos naturales podría traer nuevas claves para el mundo de la medicina. ¿Cuántos de estos milagros permanecen escondidos entre la maleza mexicana esperando a ser encontrados?


 
 
 

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