La izquierda no puede equivocarse
- Patricia San Juan
- 6 abr 2018
- 3 Min. de lectura
La izquierda partidista en el mundo, desde su aparición, se ha presentado como la posible solución a las problemáticas sociales que lastiman a diversos sectores: la pobreza, el analfabetismo, la falta de sistemas de salud efectivos, las escasas oportunidades de trabajo y la falta de viviendas dignas. Una y otra vez ha asegurado que puede revertir estas situaciones si se le brinda una oportunidad
Su bandera es el constante cambio, la evolución hacia un Estado mejor y si escuchamos atentamente la frase más famosa de la izquierda que dice algo así como: “proletarios del mundo, uníos” podemos adivinar que es un proyecto que no distingue fronteras ni tiempo, justo por eso la izquierda no tiene derecho a cometer errores.

Porque las promesas no alimentan, no curan, no cambian nada. Las promesas, que año con año escuchamos en cada elección, de cada país, las puede decir cualquiera y en realidad cualquiera las hace. Ya escuchamos a la gente de Pinochet asegurar que subirá el nivel del país, pero esos mismos políticos se taparon los ojos cuando los militares secuestraron, torturaron y mataron a miles que no estaban a favor del régimen. En ese caso la derecha prometió un cambio.
La derecha de Franco juró que España sería “una, grande y unida” y aún así Carabanchel se llenó de presos políticos y en las plazas aún se reclama a las víctimas de la dictadura. Los ejemplos son muchos, pero al final de cuentas la derecha también se llena la boca de promesas que va a cumplir a medias y a su gusto, llevándose a los pobres, a los activistas y a las minorías a un lugar peor.
Pero la izquierda no sólo se presenta como una solución, representa la esperanza de aquellos que están cansados de ver cómo cada periodo de campañas les prometen y al paso de los años las noticias no son las promesas cumplidas sino los desaparecidos y los miles de pesos que robaron los altos cargos.
Con los partidos de izquierda la gente toma las calles al ganar una elección, sale a celebrar que algo va a cambiar, canta himnos, pero sobre todas las cosas, se mira en un futuro mejor. Uno en el que sus hijos ya no tendrán que conformarse con terminar la primaria, donde no serán contratados como mano de obra barata, donde habrá días de vacaciones y en el que la gente no morirá por diarreas mal atendidas. Los que sueñan no buscan tener el poder, buscan poder tener una vida digna.
Y por eso cuando los gobiernos nuevos que juraron que cambiarían hacen lo mismo que los de siempre el odio se incrementa. Es comprensible ¿o no? al final de cuentas la población esperaba mejorar su vida y sino de la noche a la mañana al menos pensaba que vería cambios reales en los primeros años, al menos se esperaba que los gobiernos terminarían con historiales limpios y con más futuros ideales.
Pero la verdad es que los de la izquierda son políticos, una vez más. Ellos se desenvuelven en ambientes cargados de corrupción y lo verdaderamente indignante es que esa corrupción no la paran.

Por eso la gente ha generado un rencor profundo y bien enraizado contra la izquierda de Lula, de Dilma, de Maduro, de Cristina Fernández, de Evo Morales porque justo ellos eran los que no podían decepcionar, los que no tenían derecho a modificar las leyes para reelegirse, los que no debían aceptar el dinero sucio, los que jamás debieron tomar un solo peso, real o dólar que no les perteneciera, porque nunca debieron ser como los otros, como los de siempre.
Que no nos sorprenda si en los últimos años la tendencia joven ya no va por el voto de izquierda sino por la anulación; que no nos deje boquiabiertos el razonamiento popular que detesta a todo aquel que milita en un partido, sin importar tendencia; que no reclamen cuando miren que la confianza en las instituciones se disminuye, porque la respuesta está en el pasado.
La respuesta está en los billones que también se robaron, en las casas nuevas que también tienen, en el crecimiento desmedido de la que casualmente era la empresa de su familia.
Con esto no quiero decir que la derecha sea más honesta, en realidad la derecha es la que nos tiene hundidos, atorados en un impass de pobreza y corrupción, pero de la derecha sabemos qué esperar. Por eso la izquierda duele más, porque ahí estaban las promesas que no se cumplieron y de esta manera se terminan las oportunidades posibles.
Y esta es la razón por la que los errores de los partidos de izquierda generan tanto dolor y sorpresa, justo porque ellos pudieron cambiar el panorama pero no lo hicieron y por ello la gente no vuelve más a mirarlos, a tomarlos en serio. Un solo error conlleva un gran castigo porque ellos prometieron hacer grandes cambios.
Por eso la izquierda no puede equivocarse.
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